La familia, cual núcleo esencial de cualquier sociedad, con independencia de sus orígenes, de sus peculiaridades, de sus raíces culturales, de la forma de comunicarse y de sus rasgos exclusivos, es fruto y eslabón determinante de la existencia humana.
En ocasión de celebrarse el Día Internacional de la Familia, sirva una mirada oportuna para nuestro contexto. Sin pretender profundizar en su surgimiento, en Cuba siempre existió una relación familiar, basada en fuertes lazos de pertenencia y amor, a partir de las raíces históricas culturales, donde las mezclas étnicas y las luchas por la independencia, entre otros factores, dieron lugar, en gran medida, a nuestra identidad.
De modo que el hecho de ser como somos propició que nuestras familias trasmitieran a sus descendientes preceptos educativos comunes, heredados de generación en generación, pero como cada formación económica social modifica las normas y valores de la sociedad, la familia no quedó exenta de los cambios.
Al triunfar la Revolución se abrieron oportunidades para todos los componentes de ese núcleo básico, desde un programa de principios, al amparo de una elevada justicia social, donde los seres humanos constituyen la primera razón de la sociedad; de ahí todos los beneficios de salud, educación, asistencia social, amplias posibilidades de desarrollo en todas las esferas y reconocimiento íntegro para lograr una calidad de vida superior.
En los más de 60 años ese ha sido el objetivo básico de la Revolución, pero, como se conoce, el imperialismo norteamericano, a través de sus diferentes administraciones, ha tratado de impedir el avance del país con una política de hostigamiento, a partir del bloqueo económico, comercial y financiero, recrudecido en los últimos años, sobre todo porque el pueblo es soberano en sus decisiones y leal a su historia.
De manera que la familia ha sido notablemente afectada, no solo por la agudización de las carencias alimentarias, de medicamentos y de todos los recursos imprescindibles para la vida, sino, además, por la guerra mediática desatada que ha tratado de resquebrajar su histórica fortaleza. La emigración de hijos y familiares cercanos, alentados por falsas expectativas de un mundo mejor, es consecuencia de esa propaganda engañosa y vil.
La familia cubana, vindicada con el triunfo de la Revolución, potenció el cumplimiento de sus funciones educativas, afectivas y como eje fundamental en la formación de valores, actitudes y sentimientos, al tiempo de erigirse como bastión importante en la sociedad y la cultura en toda su concepción. De ahí que si hoy sufre las consecuencias de la política imperial, también en su inmensa mayoría ha demostrado su robustez, capaz de resistir y vencer con trabajo, inteligencia y fidelidad a la obra.
Sucede que los cubanos llegan a este Día Internacional de la Familia con la firme voluntad de continuar fortaleciendo esta célula básica de la sociedad, a pesar de todas las adversidades; siguen los programas de protección a las madres, los niños, los ancianos, a todos sus componentes, de una u otra forma, sin distinción. Lo interesante del tema es que el nivel de instrucción alcanzado por los nativos de este archipiélago, posibilita el análisis certero de la inmensa mayoría, en razón de la verdad, que siempre, triunfa.
