La familia y sus desafíos

“Son las familias como las raíces de los pueblos…” Hace más de cien años anotaba nuestro apóstol José Martí y como todo su pensamiento, este, también, dejó su impronta para la necesaria reflexión en tiempos como estos, que exigen una acción mucho más comprometida, inteligente y responsable.

Desde sus inicios el programa de la Revolución, aplicó medidas sustantivas para garantizar la educación y la salud de maneras gratuitas; la atención en todos los aspectos a la clase pobre y otras muchas disposiciones, que propiciaron bienestar y seguridad a la familia, ignorada hasta entonces. La familia cubana vivió momentos de grandes cambios, asentada en los roles que a cada miembro le correspondió desempeñar, en relación con las diferentes etapas.

Baste repasar la historia y entronizar en una larga lista diversas acciones, que cambiaron el molde tradicional de la familia, dado el imperativo de la nueva sociedad. A la par de numerosos acontecimientos políticos, sociales y económicos, el país fue logrando en su composición general individuos con un alcance superior, similar a los países de más desarrollo.

Cada formación económica social modifica las normas y valores humanos, lo que, de hecho, repercute en el funcionamiento familiar. En nuestro caso, la solidaridad, el patriotismo, la honestidad, la honradez, la dignidad, el humanismo y la justicia, son valores que nos distinguen. No obstante esa célula básica de la sociedad está lastimada, como resultado, de la crisis económica que atraviesa el país, a partir sobre todo de la pandemia y el recrudecimiento del bloqueo, causa fundamental de las graves carencias alimentarias y de toda índole.

Tema obligado para otro espacio es, también, la emigración, que si bien es un hecho natural, propio de los intereses personales, dado en cualquier país, en nuestro caso asume otra connotación, porque el país marchaba acorde con el fundamento básico de nuestra sociedad, que es el bienestar de todos por igual, con una elevada justicia social y múltiples beneficios educacionales y de salud, entre otros muchos. Hechos ajenos a la voluntad política y administrativa de la nación, han tratado de obstaculizar el camino.

Sucede que el modelo de conducta es determinante en la formación de los hijos, de ahí que si los responsables en el hogar no están debidamente preparados, da al traste la educación a nivel institucional. Por eso es importante lo que hagamos con los infantes desde temprano; enseñarles a amar las raíces, a respetar y ser agradecidos, en razón de su futuro. Como dijo José Martí, “Amar es el modo de crecer”.

La doctora Patricia Ares, destacada sicóloga, ha dicho: “… debemos enseñar a nuestros hijos a amar, a tener el corazón conectado, pues de lo contrario sus compromisos con la Revolución, pueden ser meramente formales”. Y es que la carga educativa no es solamente de la escuela, sino, en primer lugar, de la familia. Si los responsables de esa formación no están debidamente preparados, si no son están apropiados de valores, si desde pequeños

le alientan ambiciones y aspiraciones consumistas, ¿qué se puede esperar?

En los tiempos actuales se ha gestado un modo de vida distinto y no es un problema particular, sino social, ante lo cual muchos actores están comprometidos con la urgencia del cambio. Es una realidad que nos obliga a enfrentarla y, por consiguiente, deviene desafío a la familia cubana, desafío que se traduce como prueba de resistencia y voluntad en defensa de la gloria vivida. A todos los integrantes del núcleo toca concientizar, sin olvidar la historia, y batallar con las armas del intelecto y los sentimientos patrióticos.

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Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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