Si hoy le preguntan a mis coterraneos muchos defenderemos con propiedad que el ron Santiago. Y ya sabemos que no nos gusta perder en las disputas donde está implicado lo identitario, lo nuestro. Mucho menos ahora que los maestros y su sapiencia ronera fueron declarados Patrimonio de la humanidad.
Si haces la misma pregunta en Martinica responderán con total arraigo e igual vehemencia que el más exquisito es el ron Clement. Aunque se de quienes disfrutan el nuestro. Por supuesto, no es ese un asunto que vaya a resolver ahora. Lo dejaré a gusto de los consumidores.
Tal y como hacemos los santiagueros cuando llega una visita de cualquier parte compartimos lo mejor del hogar, a veces sin importar las dificultades. Es genético lo de la hospitalidad. Por eso la Alcaldía de Lamentin exhibe con todo orgullo la antigua hacienda de los Clement.
Valía la pena atravesar varios kilómetros entre curvas y avenidas, rodeado de caña de azúcar, mar y bananos, para llegar a ese sitio.
Aún con el cansancio de la caminata les aseguro que si. Aquel oasis no es un lugar común. Es un parque, un bosque, un museo, un patrimonio, una nave de añejamiento, una fundación, un sitio para celebraciones, una tienda, una galería, una biblioteca, un monumento nacional.
Todo en este conjunto tiene el mérito de impactar al caminante. De pronto ese paraiso alejado del bullicio automovilístico de la gran urbe es un alivio.
A la delegación por momentos le resulta casi imposible seguir el paso del guía que ha planificado dar un recorrido completo en una hora. El paisaje es demasiado hermoso para dejar escapar cualquier minúsculo detalle. Hay instantes de la vida que deben ser disfrutados a plenitud. Todo no lleva prisa. Aquí es recomendable una cámara de buenos píxeles para captar texturas, colores, reflejos que abundan.
Lo otro no podría ser archivado en una foto jamás. Por que si algo tiene este parque es que te activa todos los sentidos. Entre una naturaleza abigarrada con lagos, árboles centenarios y palmas, encuentras más de 20 piezas de arte contemporáneo moldeadas por la creatividad humana desde diversas partes del mundo. Cuálquier parecido con nuestro Prado de las Esculturas en medio de la gran piedra es pura coincidencia.
Aquí la caña de azúcar es protagonista, traza las rutas que nos conducen sin pérdida a las bodegas de ron Clement con barriles y bases algunos de inicios de 1900. Hablamos de una bebida con reputación internacional. El olor es embriagador, un golpe al olfato, contundente como el que se atesora en las bodegas Don Pancho al borde de la ciudad santiaguera.
Toda esa riqueza es legado de una familia que se asentó en la antigua mansión conservada hoy hasta los cimientos. Su estilo francés es indiscutible. El tejamanil con madera local sobresale hasta en el último rincón. El mobiliario revela la época de colonos y esclavos. Constituye un extraordinario testimonio de la arquitectura criolla tradicional. Tener de compañero de viaje a un conservador puede ser enriquecedor.
Las paredes cargan con las memorias de visitas y personalidades. Por los mismos caminos que andamos, el Presidente de Estados Unidos George Bush y el mandatario francés Fracois Miterrand sostuvieron un encuentro en 1991 cuando el mundo estaba tenso con la guerra del Golfo. Creo que en este lugar se presta para tomar decisiones mas reposadamente.
Todo el sendero patrimonial confluye en la moderna fundación Clement. La exposición que exhibe la galería aún no ha sido inaugurada ni abierta al público. Interactuamos, por suerte, con el montaje de un artista de renombre en Francia y sus demarcaciones. El montaje y la curaduría es impecable. Son objetos viejos reconceptualizados. El espacio transmite comodidad y sosiego.
Aunque predomina el olor a ron, el Director de la Oficina del Conservador de la ciudad Omar López, habla de nuestro patrimonio cafetalero durante la estancia en la biblioteca. !Qué colección espectacular!. Seguro la doctora Olga Portuondo y nuestros historiadores se sentirían aquí como peces en el agua.
Martinica fue un punto importante en el Caribe para la entrada del café. El diálogo con una joven historiadora deviene entonces en invitaciones y posibles proyectos académicos. El paisaje arqueológico de las ruinas de cafetales de Oriente, la Casa Dranguet, nuestro centro de interpretación, confirman que podemos establecer importantes intercambios de saberes.
Si han recorrido alguna vez la ronera y la Bodega Don Pancho saben que todo los caminos conducen a la degustación. Respetando el ritual que tantas veces nos han enseñando los maestros Tano, Julio o Navarro, ponemos en funcionamiento los cinco sentidos.
Aprecio el color. Huelo las fragancias. Brindamos. Ese sonido es el del hermanamiento. Degusto suave y dejo que el paladar actúe. Que tremendo calor baja por la garganta.
Pd: Seguro que aun quieren saber cuál es el mejor ron, pero no me meto en esa discusión.