Mamá querida, papá, hermanos queridos:
Muero en mi puesto, no quise abandonar el cadáver del Gral. Maceo y me quedé con él. Me hirieron en dos partes. Y por no caer en manos del enemigo me suicido. Lo hago con mucho gusto por la honra de Cuba. Adiós seres queridos los amará mucho en la otra vida como en esta su
Fco. Gómez Toro
Sírvase amigo o enemigo mandar este papel de un muerto
Esas fueron las últimas palabras, poco conocidas, de Panchito Gómez Toro, el buen hijo de Gómez, el ahijado de Maceo, el fiel ayudante de Martí, el joven abnegado.
Según cuenta Fidel Castro en la reflexión “El Titán de Bronce, Antonio Maceo”, del 8 de diciembre de 2007, Francisco había arribado a Cuba por el oeste de Pinar del Río con la expedición al mando del general Rius Rivera. Herido anteriormente de un brazo, Panchito viajó con Maceo de una orilla a otra de la entrada de la bahía de Mariel. Cuando conoció la noticia de la caída de Maceo llegó desde el campamento dispuesto a morir junto a su cadáver.
Intentó suicidarse cuando se vio cercado y a punto de caer prisionero. La pequeña daga, única arma que tenía consigo a falta de revolver, no penetró lo suficiente con la fuerza de la mano disponible. Un soldado enemigo, al ver que alguien se movía entre varios muertos, casi le desprende la cabeza con un tajo de machete por el cuello.
La tropa encabezada por Juan Delgado, en gesto valiente rescató los cuerpos sin vida de El Titán y su joven ayudante. Lo enterraron luego de largas horas de marcha en la altura dominante de El Cacahual. Los patriotas cubanos no dijeron entonces una palabra del valioso secreto.
Entonces Panchito tenía 20 años. Maceo era su padrino, condición que asumió por compromiso con el General Gómez y Manana, su madre. Había nacido en un lecho improvisado con hojas de árboles, el 11 de marzo de 1876, en la finca La Reforma, Jatibonico, según cuenta Eusebio Leal.
Con el Apóstol peregrinó por los clubes y círculos de cubanos en los Estados Unidos, llevando la contabilidad y del Apóstol admiró todo, a punto de vestir de negro como él, decía: hasta que su Patria fuera libre.
Panchito dominaba el inglés, el francés y tenía nociones de Derecho. Fue un magnífico jinete. No fumaba ni bailaba y le gustaba cocinar. Dirigió un periódico con noticias de las mambisadas e hizo dos veces de corresponsal.
El joven Panchito se ganó el respeto de sus padres y el de sus contemporáneos con su comportamiento correcto. Su lealtad a toda prueba y su patriotismo fueron razones por las que se escogió como uno de los grandes paradigmas de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM).