«Hay que tenerle mucho miedo, primero a los pretextos y después al oro y a los cañones de los imperialistas del Norte». Con esa advertencia, y en ese orden, el general Máximo Gómez Báez delineaba sus tres grandes preocupaciones acerca del destino de Cuba durante la ocupación militar por Estados Unidos (1899-1902). Dos meses después de esa alerta, por Orden Militar no. 301 del 25 de julio de 1900, se ordenó la elección de los delegados a la Convención, que debían redactar y adoptar una Constitución para el pueblo de Cuba, y plantear –«sugerir», según precisión del gobernador militar Leonard Wood– las bases que habrían de presidir las relaciones entre ambos países.