Si honrar honra, como dijera José Martí, es justo que hoy honremos la memoria del capitán del ejército español, Federico Capdevila, aquel honesto militar que defendió en el Consejo de Guerra a los estudiantes de medicina encausados por el régimen colonial de profanar la tumba del periodista ibérico, Gonzalo Castañón, en el cementerio habanero en 1871.
Capdevila falleció en una fecha como la de hoy primero de agosto, pero de 1898, hace 126 años, en Santiago de Cuba, ciudad donde vino a residir después que las autoridades españolas le hicieron la vida imposible por su oposición al fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina el 27 de noviembre de 1871.
Al conocer las penas impuestas a sus 45 defendidos, entre ellas la de muerte para ocho de los acusados, el capitán Federico Capdevila quebró su espada ante los integrantes del Consejo de Guerra y manifestó estas palabras que la historia recogió para la posteridad: “Mi obligación como español, mi sagrado deber como defensor, mi honor como caballero, mi pundonor como oficial, es proteger y amparar a inocentes, y lo son mis defendidos”.
Refiriéndose a la valiente actitud de aquel honesto militar, José Martí escribió: “España en aquella vergüenza, no tuvo más que un hombre de honor, el generoso Capdevila, que donde haya españoles verdaderos, tendrá asiento mayor”.
No bastándole las represalias de las autoridades coloniales por su oposición al fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina y las penas impuestas al resto de sus defendidos, al trasladarse a Santiago de Cuba donde vivió los últimos años de su existencia, Federico Capdevila colaboró con los mambises en la compra de armas, por lo cual sufrió prisión.
Poco antes de su muerte Federico recibió una carta de un grupo de cubanos, hablándole de la deuda que la patria tenía con él por su defensa de los estudiantes en 1871, ofreciéndole una espada repujada en oro, por aquella que quebró en señal de protesta por la condena.
A esa misiva el honroso militar respondió: “Cuando tuvieron lugar los tristes sucesos, mi proceder no fue otro que el que corresponde a mis principios y sentimientos, y el que debe tener toda persona que en algo aprecia su dignidad.
Al fallecer el primero de agosto de 1898 en Santiago de Cuba, el capitán Federico Capdevila tenía 58 años de edad, pues había nacido en Valencia, España, en 1845. El 27 de noviembre de 1904 sus restos fueron colocados en el mausoleo erigido en el cementerio habanero a los ocho estudiantes de medicina fusilados por los españoles. Allí descansa desde entonces junto a los mártires de la patria. Honor a quien honor merece.