Sepelio de Frank y Raúl, una vigorosa demostración de repudio y condena a la tiranía

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Margarita Piedra Cesar
Jefa de redacción digital

Se cumplen hoy 67 años de aquel 31 de julio de 1957 cuando la población de Santiago de Cuba, enardecida por el asesinato del joven revolucionario Frank País García y su compañero de luchas Raúl Pujols Arencibia, desafió y enfrentó la ira de los cuerpos represivos de la dictadura batistiana, convirtiendo ese día en una heroica jornada que estremeció los cimientos del régimen, por el infame crimen cometido contra el más valioso y útil combatiente de la Revolución.

Después de conocido el asesinato de Frank, la Dirección del Movimiento 26 de Julio en Santiago de Cuba ordenó a sus combatientes no realizar ninguna acción contra el régimen, pues ello podría servir de pretexto para incrementar la represión y poner en peligro la existencia de esa organización en la ciudad. La estrategia era movilizar a la ciudadanía y convertir el sepelio en una vigorosa demostración de repudio y condena a la tiranía, con la que el pueblo daría la más contundente respuesta al crimen.

La primera demostración de protesta por la muerte de Frank y Raúl se produjo en a mañana de ese 31 de julio, cuando centenares de mujeres se adueñaron del Parque Céspedes y sus inmediaciones, para pronunciarse contra la presencia en la ciudad del Embajador de Estados Unidos, Ian Smith, quien realizaba en esos momentos una visita al Ayuntamiento.

Portando carteles con consignas de condena a la tiranía: ¡Abajo Batista!, ¡Muera el tirano!, ¡Libertad! y otras, aquella legión de mujeres encabezadas por Gloria Cuadra de la Cruz, a la llegada del diplomático, entonaron a toda voz las notas del Himno Nacional cubano aún bajo la presencia amenazante del propio asesino de Frank, el Teniente Coronel José María Salas Cañizares, quien intentó impedir la manifestación arremetiendo contra ellas, al tiempo que carros de bomberos lanzaban chorros fuertes de agua contra las participantes, derribando a algunas.

La protesta de las valerosas mujeres santiagueras devino en una gran refriega entre ellas y los esbirros a pesar de los golpes y de que algunas fueron detenidas; Cuando el embajador yanqui salía del ayuntamiento la batalla se hizo más campal y los militares recibieron pedradas, zapatazos y mordidas en las propias narices de Míster Smith.

Después del incidente, en la Estación de Policía se encontraban muchas mujeres detenidas, entre ellas Gloria Cuadra. Más tarde fueron puestas en libertad debido a que el embajador estadounidense declaró a la prensa que “la represión policial siempre es de mal efecto, espero que suelten de inmediato a las detenidas”, lo que se cumplió al instante porque esa era una orden del representante norteamericano en la isla.

Mientras eso ocurría en el Parque Céspedes, en otros dos puntos de la ciudad el pueblo también se concentraba para rendir homenaje a Frank y a Raúl, cuyos sepelios se efectuarían en horas de la tarde.

A las 3 y 15 de la tarde se pusieron en marcha desde sus respectivas moradas los sepelios de los dos combatientes acompañados por miles de personas que al confluir los dos cortejos fúnebres en San Pedro y Heredia se convirtió en un impresionante mar de pueblo que coreando consignas y cantando el himno nacional devino en el más extraordinario entierro que recuerda la ciudad y en el más valeroso desafío a las hordas represivas de la tiranía, que no se atrevieron a impedir la multitudinaria manifestación del duelo popular.

En el trayecto hacia el cementerio el cortejo fúnebre se detuvo en la Calzada de Crombet y Martí, donde el 30 de junio anterior cayeron Floro Vistel, Salvador Pascual y Josué País, a quienes rindieron un minuto de silencio. Un poco más adelante, en Crombet y Bacardí, los féretros de Frank y Raúl cubiertos por la Bandera Cubana, fueron alzados en hombros por los participantes y conducidos desde allí hasta la necrópolis santiaguera.

En el cementerio Santa Ifigenia la bandera cubana se puso a media asta en el Mausoleo a José Martí, en tanto que otras banderas del M-26-7 fueron izadas en el panteón de los veteranos y en los árboles altos aledaños al camposanto, que fue invadido por cientos de personas gritando consignas contra la tiranía y se hicieron disparos al aire. Todo ello determinó que se pospusiera para el siguiente día el enterramiento de Frank y de Raúl.

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