La diáfana justicia revolucionaria: el juicio a los mercenarios de Girón

Hace 60 años, un juicio sumarísimo, celebrado en varias audiencias en la capitalina Ciudad Deportiva, comenzó el 29 de marzo de 1962 contra los mercenarios capturados durante la invasión a Playa Girón, en una operación de 66 horas realizada por las fuerzas regulares del ejército cubano y las milicias nacionales en auge, con el Comandante Fidel Castro al frente.

Hace 60 años, un juicio sumarísimo, celebrado en varias audiencias en la capitalina Ciudad Deportiva, comenzó el 29 de marzo de 1962 contra los mercenarios capturados durante la invasión a Playa Girón, en una operación de 66 horas realizada por las fuerzas regulares del ejército cubano y las milicias nacionales en auge, con el Comandante Fidel Castro al frente.

El Tribunal Revolucionario fue presidido por el comandante Augusto Martínez Sánchez. También participaron los doctores Santiago Cuba y Antonio Cejas, en funciones de fiscal y abogado defensor, respectivamente.

Además, fungieron como vocales los comandantes Juan Almeida Bosque, Guillermo García Frías, Sergio del Valle Jiménez y Manuel Piñeiro Losada.

Como cada obra de la Revolución, desde el principio fue un proceso con todas las garantías procesales que se sumaron al trato intachable que habían recibido los prisioneros de guerra, de acuerdo con las leyes internas y las internacionales acogidas por Cuba.

No obstante el celo por la legalidad y el apego del gobierno cubano a la verdad, en aquella época el proceso resultó manipulado y criticado por campañas difamatorias enemigas, algo similar a lo que sigue sucediendo de manera expansiva en los tiempos de hoy. Por ejemplo, las mentiras y amenazas que se tejen sobre los jueces y fiscales que trabajaron en los juicios por los sucesos vandálicos del pasado 11 de julio.

El juicio se iniciaba a casi un año de la contundente derrota propinada a los invasores pagados y armados por Estados Unidos, y hubo tiempo para prepararlo y dictar sentencia el día 7 de abril del 62, atendiendo a razones de principios enunciadas por el líder de la Revolución Fidel Castro cuando explicó que nunca animarían a los revolucionario ni la sed de venganza ni el odio.

Durante el proceso llamaron la atención dentro de Cuba las declaraciones del capitán de los mercenarios, Alfredo Pérez San Román, quien reconoció la dignidad y el decoro con que se les había tratado y enunció sin ambages quiénes eran los verdaderos autores intelectuales y materiales de la incursión al suelo cubano, devenida en derrota para ellos.
Eso fue algo que seguramente ignoraron los grandes medios de prensa de entonces.

No solo el cabecilla de los mercenarios habló en esa cuerda, que incluía frases de arrepentimiento. Aunque lo hiciera porque lo creyera conveniente, decía la verdad. Y ese era el clima que matizaba las declaraciones de la mayoría de los integrantes de la llamada Brigada de Asalto 2506 hechos prisioneros en la Isla, antes y luego de su rendición aplastante.

La generosidad y la grandeza de principios se hizo presente en los dictámenes del Tribunal Revolucionario, a pesar de que la agresión había cegado la vida de decenas de compatriotas, en su mayoría civiles y causado pérdidas millonarias a la economía.

Entre las sanciones estaba la pérdida de la ciudadanía cubana, por comisión de actos de traición a la Patria y la prisión con trabajo obligatorio, por cargos que tenían penas de hasta 30 años, salvo si se pagaba una indemnización cuya forma y cuantía se precisaría más adelante.

El tribunal impuso una sanción conjunta a los mercenarios juzgados ascendente a 62 millones 300 mil dólares, que el gobierno de Estados Unidos empezó a pagar en medicinas y alimentos para niños.

La nación norteña, asumiendo tácitamente su responsabilidad se comprometió a resarcir la suma señalada, aunque finalmente dejó de entregar unos dos millones.

Pero Cuba, ajena siempre al odio, hizo su justicia revolucionaria con mano firme y consideró una victoria moral que por primera vez en la historia de esa potencia se admitiera pagar indemnizaciones por daños de guerra.

Los cubanos celebran cada año la victoria de Playa Girón el 19 de abril de 1961, bajo la conducción del Comandante en Jefe Fidel Castro. Fueron los protagonistas de la primera derrota del imperialismo en América, un acontecimiento que quedó para la historia.

La respuesta del líder y su pueblo fue inmediata. El costo para el enemigo fue la muerte de 89 mercenarios, 250 heridos y mil 181 prisioneros. En tanto las dolorosas pérdidas de compatriotas, sumaron cientos de heridos y 157 caídos, cuyo recuerdo imborrable permanece vivo.

El presidente estadounidense, John F. Kennedy, tuvo que admitir de manera pública la activa participación de su gobierno en la injerencista y agresiva aventura, dirigida contra la Revolución en pleno desarrollo de programas de avance social y justicia.

Mientras tanto, en el horizonte el bloqueo se perfilaba entonces como una amenaza certera y despiadada, en tiempos muy cercanos a esa fecha. Y así se cumplió.

El juicio a los mercenarios de Playa Girón, además de un acto jurídico técnicamente impecable, sirvió para conocer de cerca las características y métodos de la justicia revolucionaria, separada por un abismo moral de las mentiras e insidias provenientes de las campañas enemigas, cada vez más insidiosas y activadas.

En su transcurso, además, se evidenciaron detalles y comidillas, toda esa miseria moral, que siempre ha rodeado a los que aúpan acciones tan arteras. Por ejemplo, que el gobierno de EE.UU. venía preparando la embestida desde mayo de 1960.

Otra victoria de la dignidad y el coraje del pueblo se alcanzó en el histórico enjuiciamiento. (Martha Gómez Ferrals)

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Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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