Fue en Santiago de Cuba donde Fidel vio por vez primera el mar. Con pocos años de edad y desde el balcón de una casa de la popular barriada del Tivolí, memorizó el mar y las montañas. Santiago le nutrió del orgullo que sintió al ser un hombre nacido en el oriente cubano y en esa tierra maduró su estirpe de pensador y revolucionario. Es la historia de cómo Santiago tuvo un vínculo especial con el líder cubano, y de cómo la Ciudad Héroe fue para él y la Revolucion, un símbolo único de resistencia.