Santiago de Cuba, 11 ene.— Su cercanía a los humildes la distinguió siempre. Quizás fuera esa una de las razones que la mantuvieron tan fielmente identificada con la causa revolucionaria. Cuentan, que aún después del triunfo del primero de enero de 1959, sectores del pueblo escribían a ella en busca de soluciones, porque confiaban en su disposición para resolverlas. Pareciera que su actitud cotidiana evocara su nombre: Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley.
Así era ella: humilde, sensible y luchadora infatigable. Por eso, propició espacios de participación para todos: mujeres, niños, adolescentes, jóvenes. Si una aptitud prevalecía era su meticulosa organización, detalle a detalle.
Justo de esa manera concibe la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. Con tal laboriosidad que pareciera inagotable. Así acompañó a Fidel desde 1957, como la primera guerrillera de Cuba. Por más de veinte años lucía con incesante perseverancia e infinita lealtad.
Amante de la naturaleza, convirtió la flor mariposa en inevitable referente hasta nuestros días. Y durante cuatro décadas, ha permanecido en los valores éticos y morales que representa, esos que la convirtieron en “la flor más autóctona de la Revolución Cubana”.