Escritores y poetas de Santiago de Cuba en pos del “Luisa Pérez de Zambrana”

Sierra Maestra
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Periódico del Órgano Oficial del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba en Santiago de Cuba.

Santiago de Cuba, 19 ago.— Hasta el 30 de septiembre venidero se estarán recibiendo los trabajos de quienes decidan participar en la 33. edición del concurso de poesía Luisa Pérez de Zambrana auspiciado por la Casa de Cultura de El Cobre, el Comité Provincial de la Uneac y la Dirección Municipal de Cultura.

Según dio a conocer la dirección de la Casa de Cultura Luisa Pérez de Zambrana, en el certamen podrán participar escritores residentes en la provincia que no tengan libros de poesía publicados en autoría única, por lo que sí pueden haber publicado poemas en selecciones, revistas, plaqués, plegables y otros medios que no tengan el carácter antes mencionado.

Los organizadores del concurso informaron que se concursará con tres poemas sin límites de extensión, de tema libre, y totalmente inéditos, impresos o mecanografiados, con un original y dos copias, que se enviarán bajo seudónimo.

En un documento independiente, debidamente cerrado, se enviarán los datos personales del autor, que permitan su identificación y forma de localizarlo.
Agregaron, que se otorgarán tres premios consistentes en obras de arte y diplomas, y las menciones que estime el Jurado.

Las obras deben enviarse –o entregarse personalmente– a la dirección siguiente: Casa de Cultura Luisa Pérez de Zambrana, calle Frank País # 102, El Cobre, Santiago de Cuba.

El acto de premiación se realizará el 13 de octubre, a las 10:00 a.m. en la Casa de Cultura de El Cobre y para más información o aclaración sobre las bases puede llamarse al teléfono 34 6226.

En “CubaEduca”, Portal Educativo Cubano se publicaron las siguientes notas sobre la poeta Luisa Pérez de Zambrana, que aquí reproducimos.

Luisa Pérez de Zambrana. Escritora cubana del siglo XIX , una de las más distinguidas representaciones del romanticismo en la literatura cubana; nacida en El Cobre, Santiago de Cuba, estudió las primeras letras con sus padres.

Su primer poema impreso, «Amor Matermo», escrito a los catorce años de edad, fue publicado en el periódico El Orden en 1852, conjuntamente con unos versos de Manuel Borges Navarro dirigidos a la poetisa, en los que se hacía resaltar sus posibilidades como escritora. A su alrededor se formó una tertulia de escritores orientales, atraídos por su personalidad.

Tras la muerte de su padre 1852, su familia se trasladó a Santiago de Cuba. Allí amplió sus relaciones intelectuales y colaboró con alguna frecuencia en El Orden, El Diario, El Redactor y Semanario Cubano (1855). En Brisas de Cuba (La Habana, 1855) y en La Abeja (Trinidad, Las Villas,1856 aparecieron también sus colaboraciones. Su casa volvió a ser en Santiago centro de reuniones y veladas artísticas. Por esos días fue declarada socia de mérito de la Sección de Literatura de la Sociedad Filarmónica.

Su primer libro fue enviado a los más importantes intelectuales del país. Leído por Ramón Zambrana y tras una carta que éste envió a la poetisa a propósito del libro, comenzó una correspondencia que culminó en matrimonio.

Publicaciones y colaboraciones

Se trasladó con su esposo a La Habana. Su nombre ganó popularidad. Colaboró en Kaleidoscopio -revista fundada y dirigida por Zambrana-, La Habana, Cuba Poética, Álbum cubano de lo bueno y de lo bello, La Verdad Católica, etcétera. En 1860, en el acto de homenaje del Liceo de la Habana a la Avellaneda, le tocó el honor de ceñir la frente de la poetisa con la corona de laurel.

Publicó algunos capítulos de su novela Angélica y Estrella en los folletines de El Siglo (1864) y de El Mercurio (1876). Su episodio histórico «La hija del verdugo» apareció en Revista del Pueblo (1865). En Diario de la Marina publicó la primera parte de la novela Los Gracos. Colaboró además en Cuba literaria, La Reforma (Guanabacoa, la Habana) y Ofrenda al Bazar de la Real Casa de Beneficencia (1864). Frecuentaba las tertulias celebradas en la casa de Nicolás Azcárate.

Tras la muerte de su esposo (1866), quedó en una precaria situación económica con sus cinco hijos. Entre 1866 y 1899 fallecieron éstos. En 1908 el Ayuntamiento de La Habana le concedió una pensión que alivió insuficientemente sus necesidades materiales. Ya casi olvidada, el Ateneo de la Habana le ofreció un homenaje en 1918 con la participación de Enrique José Varona y José María Chacón y Calvo.

Nunca aspiró a ser de los poetas sociales, “ni era adecuado a su temperamento soñador”, pero “asumía su posición ideológica contra toda opresión o tiranía o explotación del rico sobre el pobre”.

La Vuelta al Bosque: Luisa Pérez de Zambrana de la autora: Mercedes Gonzálesz Rives

Dos lugares distantes; dos fechas separadas por 87 años, cuántas risas y lágrimas, cuántos hechos y personalidades en ese tránsito desde la mitad del decimonono al primer cuarto del 20. Una mujer distinta que siendo campesina, recibiendo los primeros estudios en el hogar y que fuera reconocida desde la adolescencia como una futura intelectual, a pesar de… Esposa de su tiempo, madre que distribuyó su amor entre cinco hijos a quienes perdiera en un período de treinta años. Nunca dejó de escribir versos alegres o tristes, según la moviera la vida, pero su larga travesía a través del tiempo se caracterizó por las pérdidas, las más cercanas, las más dolientes, por eso fue valorada por Enrique José Varona como “la más insigne elegíaca de nuestra época”.

Sus poemas de su primera etapa, hechos entre los árboles frutales y el manigual mostraban su medio rural: El Lirio, La Gota de Rocío, Noche de Luna, Al ponerse el sol, A Julia en la fuga del sinsonte o Una ofrenda a la virgen.

A la muerte de su padre, en 1852, la familia se vio obligada a trasladarse hacia Santiago de Cuba, mas allí no era desconocida, ese mismo año, versos suyos se habían publicado en el periódico El Orden y la aceptación que recibieron le permitió la posibilidad de publicaciones en otros diarios de la época, pero los daños terribles de un terremoto y una epidemia de cólera detuvieron por casi dos años los intentos culturales.

Uno de los símbolos de su poética fue la libertad, lo que se aprecia en A Julia, en la fuga de su sinsonte… (Nunca pobre niña quieras tener a nadie esclavo u oprimido) reflexiones (…y yo lloré por el esclavo siempre, si no pude aliviar su padecer). Nunca quiso hacer poesía social, ni esto estaba dentro de su temperamento, pero siempre se opuso a la opresión.

Su primer libro de versos hubo de enviárselo a escritores de prestigio y entre ellos se encontraba Ramón Zambrana, a quien sus versos hubieron de gustarle e inició una amistad a través de las cartas hasta que alcanzó a ver su retrato y quedó deslumbrado, así en 1858 con una carta rimada le declaró su amor y proyectó un viaje hacia Santiago de Cuba donde llegó en agosto de ese mismo año y se celebró el casamiento el 16 de septiembre y partieron inmediatamente para la Habana, esas cosas sólo sucedían en tiempos del Romanticismo.

Al llegar a la Habana fue acogida con gran aprecio por los más significativos hombres del momento y comenzó a visitar tertulias literarias como la de Nicolás Azárate y tanto fue así que Luisa fue la encargada de coronar a Doña Tula en el Teatro Tacón cuando esta regresó a su isla en 1860, esto hizo, entre otras, que fuera Gertrudis Gómez de Avellaneda quien prologara su segundo libro.

Este segundo volumen canta su nueva vida: A mi esposo; Mi casita Blanca; Al campo; Canto a mi madre, entre otras como La Melancolía.

Yo soy la virgen que en el bosque vaga
Al reflejo doliente de la luna
Callada y melancólica, como una
Poética visión.
Yo soy la virgen que en el rostro lleva
La sombra de un pesar indefinible
Yo soy la virgen pálida y sensible
Que siempre amo al dolor.

Si leemos estas estrofas comprobamos que su temperamento estaba muy atado a la tristeza o que la felicidad que aparentemente la rodeaba no era cierta. Dejemos abierta esa incógnita.

En sólo ocho años perdió su matrimonio, Ramón Zambrana murió en 1866, quedaron cinco hijos y una difícil situación económica. Con el paso del tiempo sus hijos fueron muriendo hasta quedar sola. Rindió honores a su marido en La Vuelta al Bosque y vio desaparecer su familia en plena juventud: Elodia a los 22 años, Angélica a los 33, Jesús a los 27, Dulce María a los 36 y Horacio a los 36 también. Desde ese dolor que la flagelaba, sin darle descanso, sus emociones se traducen en poemas elegíacos que fueron recorriendo todas sus penas.

Luisa Pérez de Zambrana vivió lo suficiente para conocer el final de la guerra y ver entrar a Máximo Gómez a La Habana y le dedica un recuerdo a Antonio Maceo y a la Tumba de Martí.

Desde Melgarejo, donde hizo sus primera correría llegó a Regla, en la cual pasó sus últimos años, la visitaban con frecuencia sus nietos, y esto le dio algo de alegría, pero se sentía abandonada, ya que no se publicaba, ni era reconocida, incluso muchos pensaban que había muerto. En 1908 comenzó a recibir un mísero estipendio que se llamaba ayuda y con la cual malamente subsistía. Esta imagen de una escritora especial que atravesara casi un siglo de trabajo poético, tan laborioso como cualquier otro y recibía el olvido por reconocimiento.

Inesperada reacción del sentimiento público, la puso otra vez sobre el tapete de la actualidad. El Ateneo de La Habana ofrendó un homenaje a la “Poetisa olvidada” y en ese acto tomaron parte Enrique José Varona, José María Chacón y Calvo, Gustavo Sánchez Galárraga y Dulce María Borrero de Luján. En 1920 se hizo una nueva edición de sus poesías, que ella misma cuidó de organizar, con algunos poemas entresacados de las colecciones de 1856 y 1860 y muchos años atrás posteriores a estos. Los homenajes dulcificaron los últimos días de la existencia de Luisa que murió a los 87 años, el 25 de mayo de 1922. ( M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón )

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