Luanda, 8 sep.— Con distintas gradaciones, como suele ocurrir en la política, los angoleños amanecen hoy a las puertas del cambio con el VI congreso extraordinario del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA).
Las expectativas no están dadas por la elección de Joao Lourenzo, vicepresidente de esa fuerza y a la vez jefe de Estado, tras conocerse desde mayo pasado que es el único candidato para suceder al presidente José Eduardo dos Santos al frente de la agrupación gobernante desde la muerte de Antonio Agostinho Neto, en septiembre de 1979.
Ni siquiera se centran en el otorgamiento de los más altos honores del partido a dos Santos y a Neto. Ambos deberán tener -salvo imponderables- los títulos de presidente emérito del MPLA, miembro honorario del Comité Central y de militante distinguido.
Los focos están concentrados en lo que hará Lourenzo una vez investido con el cargo, el tercero en ocuparlo desde la fundación del entonces grupo guerrillero, en diciembre de 1956.
De ahí que su primer discurso, que será transmitido por radio y televisión al filo de las 14:00, hora local, (según el programa) mantenga en ascuas a propios y adversarios.
En definitiva, como dijo anoche una comentarista en la televisión local, se trata de la fuerza gobernante, y cualquier cambio en su interior trae repercusiones para el resto de la sociedad.
Llevará atención además el resultado de la votación sobre todo con la mirada puesta en posibles fracturas. El llamado es a mantener la cohesión del partido mayoritario en el país, pero no se puede olvidar que durante semanas hubo debates sobre la existencia de eduardistas y lourencistas.
En las calles, en los plató televisivos, en los transportes colectivos y en las redes sociales el tema de la transición -y por consiguiente del fin de la bicefalia- ha sido portada durante todos estos días.
Algunos se aventuran a afirmar que cambiará los miembros del Buró Político y del Secretariado del Comité Central, al considerar que la mayoría de ellos tienen compromisos con dos Santos. No es para menos, condujo al MPLA por casi 39 años.
Otros más pragmáticos esperan compromisos palpables en la lucha contra la corrupción, un asunto que genera muchos comentarios al considerar algunos que la Procuraduría General de la República utiliza una especie de semáforo para acelerar procesos mientras aplaza otros.
Muchos esperan ver hasta dónde llegará el Mejorar lo que está bien y corregir lo que está mal, el lema de la campaña electoral que le dio el triunfo con más del 61 por ciento de los votos.
Interrogado sobre lo que será el MPLA después que asuma Lourenzo, el exsecretario general de la organización Marcolino Moco dijo que es muy difícil adivinar, pero seguramente será aquello que Angola permita bajo la orientación de su nuevo genio.
Aunque criticó la gestión del presidente del MPLA y exmandatario del país, José Eduardo dos Santos, Moco dijo que fue lo suficientemente inteligente para entender la necesidad de la anticipación en una Angola y África ya integradas en nuevos tiempos.
Desgraciadamente, continuó, ese entendimiento se consiguió cuando ya chocamos con el fondo del pozo, en clara alusión a los 38 años en el poder de dos Santos y lo que llamó la confusión en la distinción entre lo público y lo privado.
Joao Lourenzo demostró que tiene capacidad para transformar Angola, sin sacrificar los intereses del país a los restringidos intereses del MPLA y de algunos de sus dirigentes, manifestó al considerar que la confusión entre los intereses del país y los del partido fue una de las mayores distorsiones en la nación después del fin de la guerra civil, en 2002.
Quiero creer que las señales dadas no fueron apenas por una cuestión táctico-operativa para consolidar su poder personal, porque sería fatal para el país y para el propio papel que la historia le depositó en las manos, remarcó Moco.
De no anunciar medidas concretas, las próximas jornadas -está a 18 de su primer año al frente del ejecutivo- serán decisivas para definir el alcance de los cambios propuestos hasta el fin de su periodo de gobierno, en 2022.
No se trata de otorgarle un cheque en blanco a Lourenzo, pero al menos abrir un compás de espera para apreciar la magnitud de los cambios. (Roberto Hernández Solano)
