La Habana, 14 oct.— La mayoría de los cubanos nació bajo los rigores del bloqueo que Estados Unidos ejerce desde casi 60 años contra Cuba y hoy se recrudece.
Esa condición implica que la inmensa mayoría de los 11 millones de cubanos sufrió cada día de su vida las carencias y dificultades que la política de hostilidad y cerco promueve para que la población retire su apoyo al gobierno de Cuba.
Se trata de una política que niega a los cubanos medicinas, equipos médicos, insumos para su economía, para el desarrollo educacional, cultural y científico.
Para tal propósito la administración del presidente Donald Trump incluso reconoce públicamente su empeño en cortar los suministros de combustibles a la isla para paralizarla y provocar apagones.
Ello obligó en septiembre a tomar medidas de contingencia para enfrentar el desabastecimiento de derivados del petróleo, con énfasis en medidas de ajuste, de reordenamiento y ahorro, algunas de las cuales llegaron para quedarse.
El país pudo sortear gradualmente la coyuntura energética sin apagones, subida de precios ni despidos. Los servicios básicos se mantuvieron y la población fue protagonista en la ejecución de soluciones territoriales y sobre todo en el ahorro de combustibles.
Resulta una batalla contra el bloqueo que se remonta casi al inicio del triunfo revolucionario en enero de 1959.
El cerco económico, financiero y comercial de Estados Unidos contra Cuba es el más duradero de la historia y el más condenado (en 27 ocasiones) por la Asamblea General de Naciones Unidas.
Solo entre abril de 2018 hasta marzo de 2019 los daños acumulados por la isla ascendieron a cuatro mil 343,6 millones de dólares. (Orlando Oramas León)
