Washington, 14 feb.— A un año del tiroteo masivo en una escuela secundaria del estado norteamericano de Florida, hay heridas abiertas en la comunidad de Parkland y el país no logra cerrar el capítulo del control de las armas de fuego.
El día del amor y la amistad de 2018 se convirtió en una de las fechas más luctuosas en Estados Unidos. Un joven de 19 años, armado con un fusil de asalto AR15 -que adquirió de manera legal-, entró en el centro escolar Marjory Stoneman Douglas, de Parkland, y mató a 17 personas, de ellas 14 estudiantes.
Con múltiples eventos y un minuto de silencio recordarán hoy a las víctimas de la tragedia. Reportes de la prensa local anticiparon que darán acceso al público al inaugurado ‘Templo del tiempo’, una obra artística de más de 10 metros de altura dedicada a los que perdieron la vida.
Según los informes de entonces, un mes antes del tiroteo en Parkland, hubo una advertencia ignorada por las autoridades. El Buró Federal de Investigaciones (FBI), declaró que su línea de atención de denuncias recibió una llamada sobre Nikolas Cruz, el atacante confeso.
‘La persona que llamó proporcionó información sobre las armas de Cruz, su deseo de matar personas, su comportamiento errático y sus publicaciones inquietantes en las redes sociales, así como la posibilidad de que realizara un tiroteo en una escuela’, reconoció el FBI en un comunicado.
La conmoción generalizada en ese momento colocó en la palestra el debate sobre el control de armas de fuego, una epidemia que corroe a la sociedad estadounidense como admitió alguna vez el expresidente Barack Obama.
Si bien más de una veintena de estados, incluido Florida, implementaron algunas tímidas medidas, las leyes federales son todavía laxas, dicen no pocos expertos al advertir que la Asociación Nacional del Rifle rechaza cualquier ordenanza que pudiera ampliar los controles.
Recuerdan que después de Parkland, Estados Unidos fue escenario de otras masacres ese mismo año como la ocurrida también en una secundaria, pero en Santa Fe (Texas), en mayo; en una sinagoga de Pittsburgh (Pensilvania), en octubre, y en un bar de Thousand Oaks (California), en noviembre.
Los eventos se incorporaron a la larga lista de más de 330 tiroteos masivos registrados en todo el 2018.
Estadísticas oficiales arrojan que la norteña nación acumula 46 por ciento de los casi 857 millones de armas de fuego que en el mundo se encuentran en poder de civiles.
Alrededor de 393 millones de esos artefactos letales los portan aquí los ciudadanos, o sea, una cifra cercana al total global.
