Ayra: Un ángel me asignó la tarea de entretener

Las Tunas, 19 nov.— Quizás si alguien dice José Álvarez sea difícil reconocerle, pero con total certeza si se dice el mago Ayra, más de una generación de cubanos, sobre todo orientales, sabrá de quién se está hablando.

Ayra, a quien está dedicada especialmente la XXIII edición del Festival de Magia Ánfora, que se desarrolló en Las Tunas hasta este domingo, conversó con la ACN sobre su pasión por la magia y el encargo que una especie de ángel le otorgó, el de entretener.

“Lo que siento es no poder vivir 100 años para seguir haciendo cosas, y lo que más añoro, agradezco y recuerdo, es todo, porque todo lo he hecho con amor, por eso me siento tan satisfecho”, declaró el emblemático artista, de 75 años de edad.

Habló de números que no han salido bien, de trucos que han fallado, de cuando estaba en Angola y le cayeron a tiros a la unidad donde se encontraba presentando su función: «Seguí haciendo magia, y aunque en un inicio algunos salieron corriendo, volvieron, y no me dejaron solo», narró.

“A veces cuesta mucho trabajo lograr los sueños – expresa con optimismo–, hay obstáculos que enfrentar, pero hasta las dificultades dan placer, intentarlo una y otra vez hasta que salga el resultado esperado; ¿yo no sé qué tenemos los magos que todo el mundo nos quiere?».

Ayra afirmó que «la magia nunca morirá, porque pasó por el Medioevo, y aunque quemaron vivos a muchos que la practicaban, ella siguió viva, y aunque la quieran desaparecer, o lo que es peor, borrar su historia, ella pasa de generación en generación gracias a la sabiduría de todos los que la aman».

Su hijo, Rafael Álvarez Pérez, es uno de los invitados de Estados Unidos a Ánfora 2018 y estuvo encargado de ofrecer la conferencia Técnicas para Cartomagia, espacio en el que habló de la ética mágica, de la importancia de dar crédito a los autores de los actos aunque sean jóvenes.

Es verdad que hoy hay mucha información, video clases, acceso a todo tipo de libro o manuales, expresó el arquitecto devenido mago, quien significó: «Mi padre me contaba que tuvo que ir en sus inicios a Camagüey a buscar un paquete de cartas, y cuando le caía un libro en sus manos lo montaba todo”.

«Yo creo que eso es lo más especial que tiene mi padre como maestro de varias generaciones de magos, que siempre priorizó la técnica y la búsqueda de la esencia de los trucos para saber hacer un buen acto; por eso creo que esta es la única forma de retribuirle todo lo que me enseñó desde niño», concluyó el joven. (Danielle Laurencio Gómez)

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